EUROPA PRESS
2 marzo 2016
El estrés (prolongado)
deteriora la memoria
El estrés es un mecanismo humano para activarnos frente a un
peligro, una respuesta fisiológica a una situación amenazante -psicológica o
física-, que se ha visto puede llegar a alterar la conectividad entre regiones
del cerebro, incluyendo la amígdala, el cuerpo estriado y el cortex prefrontal.
Una
investigación reciente mostraba como el estrés, incluso en pequeño grado, puede
modificar el cerebro y sabotear el autocontrol de las personas a la hora de
tomar decisiones. Ahora, otro estudio muestra que, a largo plazo, el estrés
mantenido erosiona la memoria y el sistema inmunológico que juegan un papel
clave en el deterioro cognitivo.
Esta
es la principal conclusión que revela un nuevo estudio realizado por
investigadores de
"Esto
es estrés crónico. No es sólo el esfuerzo por dar una charla o conocer a
alguien nuevo", afirma el investigador principal, Jonathan Godbout, profesor asociado de Neurología en la Universidad
Estatal de Ohio. Su trabajo establece la relación entre la memoria a corto
plazo y el estrés prolongado, que en el caso de los ratones supuso la visita
repetida de un ratón intruso desagradable más grande.
Los
roedores que fueron expuestos repetidamente al intruso agresivo necesitaban más
tiempo para recordar dónde estaba el agujero para escapar en un laberinto que
habían dominado antes del periodo de estrés. "Los ratones estresados no lo
recordaban. Los roedores que no sufrieron estrés, se acordaron de la
salida", resume Godbout.
Además,
presentaban cambios medibles en sus cerebros,
incluyendo evidencia de inflamación causada por la respuesta del sistema inmune
a la presión exterior. Esto se asoció con la presencia de células inmunes,
llamadas macrófagos, en el cerebro de los ratones estresados.
El
equipo de investigación pudo precisar la pérdida de memoria a corto plazo en la
inflamación y en el sistema inmunológico. Su trabajo, que se detalla en un
artículo que se publica en 'The Journal
of Neuroscience', se basa
en investigaciones previas que sustentan las conexiones entre el estrés crónico
y la ansiedad duradera.
El
impacto sobre la memoria y la confirmación de que la inflamación cerebral es
causada por el sistema inmune son importantes nuevos descubrimientos, apunta Godbout. "Es posible que podamos identificar los
objetivos que es posible tratar farmacológicamente o
con terapia conductual", adelanta este experto.
Produce problemas de memoria espacial
Podría
haber formas de interrumpir la inflamación, según John
Sheridan, quien trabajó en el estudio y es director
asociado del Instituto Estatal de Ohio para
Los
investigadores de
Los
investigadores descubrieron que los ratones estresados tenían problemas con la
memoria espacial, que se resolvieron en 28 días. Además, vieron que los ratones
mostraban evitación social, que mide el comportamiento de tipo depresivo, que
continuó después de cuatro semanas de monitoreo. También consiguieron medir los
déficits en el desarrollo de nuevas neuronas diez
días y 28 días después de que el estrés prolongado terminara.
Cuando
se dieron a los ratones una sustancia química que inhibe la inflamación, no se
resolvieron los problemas en las células cerebrales ni los síntomas depresivos,
pero desaparecieron la pérdida de memoria y los macrófagos inflamatorios.
Todo
ello les llevó a la conclusión de que los problemas de memoria después del
estrés están directamente relacionados con la inflamación --y el sistema
inmune-- en lugar de otros daños en el cerebro. Ese tipo de información puede
allanar el camino para tratamientos de base inmunológica, según Godbout.
"El
estrés libera las células inmunes de la médula ósea y las células pueden
dirigirse a áreas del cerebro asociadas con la activación neuronal en respuesta
al estrés --explica Sheridan--. Están siendo llamados
al cerebro, al centro de la memoria".